A partir del 20 de noviembre hasta el 17 de enero del 2015. Alfara Gráfica, Oviedo.
Yo estampo, porque lo tengo que estampar…
En mi ascesis personal esta el gesto el cual ha ido evolucionando a lo largo de los años, mi inmersión en él surge hace más de una década con la serie “Los abismos del alma…” y la intensidad del “negro” obtenido por el carborundo depositado sobre la matriz se han convertido en parte de todo este proyecto, evocando paisajes creados desde esa mirada al interior, convirtiéndose en pintura espiritualista “toda pintura china, al no ser naturalista sino espiritualista, debe contemplarse como un paisaje del alma. El de sujeto a sujeto, y desde el ángulo de la confidencia intima, … en ella el hombre establece sus vínculos con la naturaleza. Esa naturaleza no es entidad inerte y pasiva. Si el hombre la mira, ella también lo mira; si el hombre le habla, ella también le habla”[1]. Tal vez estos paisajes sean un refugio contra la barbarie, contra el sinsentido que en algunos momentos me oprimen el pecho, me silencia la voz, por eso estampo, porque me salva, porque es lo único que me queda.
No me interesa la verosimilitud, intento mostrar las resonancias de mi espíritu, y por extensión se convierten en un nexo de unión con otros congéneres, que desde la observación silenciosa comulguen con la obra.
Los abismos del alma… se han convertido en imágenes circulares, tal vez como letras que intenta descifrar un lenguaje oculto o simplemente son lo que son, gestos que surgen de un ascesis persistente. No surgen de una intención predeterminada, simplemente aparecen, se apoderan de mi brazo y terminan formándose sobre la matriz. El carborundo se convierte en el sustentador de color que de manera gradual y silenciosa captura el tono definitivo, el cual posteriormente se trasladará al papel, pero por alguna razón, la imagen ya nace preparada para ser estampada, volver a ser positiva, directa, única[2]. Ahora solo hago círculos, tal vez sea como dice Verier porque: el circulo es un punto central: vacío nutricio, plenitud primigenia, lugar de nacimiento de lo existente[3], una especie de cosmograma que representa la experiencia de lo sagrado, la diversidad del mundo en la unidad. O tal vez esta sea la frase que encontré después de más de un año haciendo círculos que diera una explicación plausible.
Lo espiritual afloran sin duda alguna por las enseñanzas que van recibiendo <<…el artista debe tener en cuenta tres factores al mismo tiempo; la naturaleza y sus leyes, la personalidad del artista, su intuición espiritual y su imaginación, y el medio y las leyes que les son propicias…>>[4] esto se convierte en la trasposición de la realidad en algo puramente espiritual.
Una hipótesis dice “la vida se debe tan solo al encuentro fortuito de diferentes elementos químicos”. En este caso el valor de este trabajo dependerá del interlocutor frente a la obra. Tal vez cobren una nueva razón de ser, con una mirada adecuada… en definitiva hay cuestiones que nunca podré responder y es preciso aceptar esa impotencia.
Cada pieza en si es autónoma, y en la infinita pequeñez de cada obra, intento reproducir el principio de lo infinitamente grande que es el cosmos.
Antonio Navarro
Ensō