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O livro dos silencios

O livro dos silencios se presenta como un cuerpo que calla, un objeto contenido en sí mismo. Un volumen de 37 × 49 × 3 cm, encuadernado en una sola pieza de metacrilato negro brillante. Su título, grabado en la superficie, es apenas una marca, una respiración suspendida sobre el brillo. En su interior, las páginas de papel de sulfato negro permanecen selladas, inaccesibles, resguardadas en un silencio espeso, casi táctil.

El libro no puede abrirse. Su clausura no es un gesto de negación, sino una forma de custodiar lo que no puede mostrarse. La imposibilidad de acceder a su interior transforma la mirada en escucha. No hay lectura posible, solo resonancia: una resonancia íntima que no proviene del sonido, sino del peso, del espesor de la materia, de su vibración contenida. Lo que el libro calla no desaparece; se concentra, se pliega en sí mismo hasta volverse presencia.

El brillo del metacrilato actúa como superficie de atracción y de distancia. Byung-Chul Han recuerda que “lo que existe es lo que brilla”: la cultura contemporánea se alimenta de esa luminosidad que todo lo expone, que todo lo vuelve visible y consumible. O livro dos silencios se sitúa en el reverso de esa lógica. Su brillo no revela, sino que vela; no promete transparencia, sino reflejo. El espectador se ve devuelto en esa superficie, enfrentado a su propia imagen, a su propio silencio. La obra no busca ser descifrada, sino que invita a resonar con ella, a escuchar el rumor de lo que calla.

En el marco del proyecto Sei.Semilla, la raíz indoeuropea sek- —“cortar”, “separar”— se convierte aquí en un gesto de atención: separar para dejar espacio, callar para oír. El silencio no es ausencia ni vacío, sino una forma de presencia que se ofrece en la distancia. Como la semilla que aguarda bajo tierra, el silencio se aísla no para morir, sino para contener lo posible.

O livro dos silencios es, en ese sentido, una semilla opaca. Un espacio donde la materia se hace pensamiento, donde el brillo y la oscuridad conviven en equilibrio tenso. El libro cerrado se convierte en un cuerpo que respira desde dentro, en un umbral entre lo visible y lo invisible, entre lo dicho y lo que aún no encuentra palabras. Su silencio no pide ser roto, sino escuchado. Su presencia, más que mostrarse, resuena.

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