El viaje sin retorno

Si viajamos a la esencia, al origen desprovisto de todo artificio, nos encontrarnos de forma sutil pero rotunda con la obra silenciosa de Antonio Navarro.  Toda ella tiene un dulce pero intenso transitar que se desliza entre poderosos e infinitos negros, negros abrazados por negros.

Negros profundos, negros brillantes, negros doblados, negros carbón, negros que flotan, negros ingrávidos. Negros rodeados de blancos. Negros primigenios.

El negro es el final. El blanco es el principio.

Colores iguales pero antagónicos, como el silencio que los acompaña. 

Porque no hay silencio sin ruido, un silencio que alberga esa levedad sonora apenas perceptible pero siempre presente, el “sonido del silencio”. 

Por eso al enfrentarnos ante la obra muda de Antonio Navarro, esta nos confronta con nuestro rumor interior provocando que nos comuniquemos con un lenguaje no verbal que nos transporta a escuchar nuestra propia respiración latiendo en frecuencias distintas. 

Es la percepción subjetiva ante un mismo acontecimiento, o la objetividad de la percepción, que no es lo que realmente está sucediendo, si no, lo que se está percibiendo.

La lentitud y la levedad transformada en materia a través de un exquisito alfabeto plástico inventado por él, desde la sencillez de la no pretensión.  Un encuentro visual coherente tanto en la forma como en el fondo, tanto en los materiales como en los soportes, y en su forma de concebirlos para trasladarlos al plano real. 

El carbón es su medio de expresión, ese que nos daba calor. El carbón le hace profundizar en nuestra historia más ancestral, una alquimia conjugada entre el negro de humo o el carbón molido, y que aporta a sus piezas una gran riqueza que lo arrastra a abrir constantemente horizontes nuevos que va investigándolos durante sus procesos. 

De esta manera se adentra en él, y consigue texturas impactantes en muchas de sus obras. 

En otras, este medio le permite convertir la mancha bidimensional en tridimensional, gracias a la versatilidad este material. Con el carbón consigue una forma de expresión sin límites, un impulso del espíritu creativo de este elemento que forma parte de la expresión artística desde los orígenes de nuestra propia existencia.

Antonio Navarro suma a esta exposición una serie de magnificas piezas concebidas en metacrilato” negro humo”, un material completamente mate con el que construye de forma exacta delicados acabados geométricos, consiguiendo de esta manera un juego volumétrico de reflejos que nos llevan a una inmersión profunda gracias a su juego de dobles negros. Algo que el artista que relaciona con el silencio musical, por la pausa en la que nos sumerge y nos para, y nos multiplica al mismo tiempo.

Antonio se adentra en un intenso proceso creador de introversión, rozando lo meditativo, porque en la meditación no hay facilidad o dificultad, solo depende de la resistencia de cada uno, y él, claramente, se deja llevar durante este acto de creación íntimo, arrastrándonos con él hacia un viaje sin retorno. 

Un poder trasformador que se puede sentir en cada una de las obras creadas por el artista para esta exposición, uniendo a espectador y artista por un delicado hilo invisible para siempre jamás. Gertrud Gómez

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