¿Quién eres silencio?

¿Quién eres silencio?

Yo que crecí dentro de un árbol
tendría mucho que decir,
pero aprendí tanto silencio
que tengo mucho que callar
y eso se conoce creciendo
sin otro goce que crecer,
sin más pasión que la substancia,
sin más acción que la inocencia,
y por dentro el tiempo dorado
hasta que la altura lo llama
para convertirlo en naranja.

Pablo Neruda

            Entre la realidad y la ficción, la sombra y la luz, el amor y el odio… hay algo que nos hace dudar y no nos deja ver con claridad que es qué, es justo en esa situación de indecisión, de reflexión y de inflexión donde siempre está el silencio; es una sensación especial, diferente, de difícil definición pero que abarca en cada momento todas las emociones. El silencio ¿es un amigo, un compañero imaginario, real? o ¿solo es la ilusión de alguien que busca comprensión y compañía? Yo creo que el silencio es la base de cualquier pensamiento, es la respuesta de muchas dudas, es la fatiga de la tristeza, es el sueño de la inocencia, es la búsqueda de la verdad… Lloramos en silencio (aunque él nos hace preguntas), pensamos en silencio (si bien hablamos con él), reímos en silencio (a su lado), amamos en silencio (en su entrañable regazo), vivimos en silencio (cuando escapamos del tiempo), soñamos en silencio (lejos de la realidad), ¿por qué dicen y además se acepta sin más, que el silencio es la ausencia total de sonido? ¡si se manifiesta con nosotros de tantas formas, de tantos modos, si podemos mantener una y mil conversaciones con él, si es el factor fundamental de la comunicación!, porque sin silencio, no podríamos hablar. Hay que pensarlo dos veces ¿verdad? y, aun así, no acaba de ser aceptado como esa parte única, íntima, necesaria y vital que convive con todo ser humano. ¿Qué sería de nosotros sin silencio? no voy a decir que perderíamos el juicio (que quizás), pero sí que navegaríamos sin timón ¿y hacía donde iríamos en un barco sin timón? sencillamente hacia la nada, perdidos y sin rumbo ¿buscando qué? seguramente el silencio. Con todo, aun a pesar de la contundencia de este planteamiento, pasamos de puntillas alrededor del silencio, como si no existiera, como si no tuviera nada que ver con nosotros, como si fuera simplemente algo, en lo que no hay ni siquiera porqué pensar, total ¿para qué? porque ¿de qué sirve? y así, sin más, procesamos su ausencia dejándole sin espacio en nuestras vidas.

“Creo que el ser humano es algo más que física y química, somos también poesía. Creo que estamos aquí por algo y para algo y todo esto tiene una razón de ser. Tal vez esa razón de ser esté navegando entre los sueños que tenemos. No estamos aquí sólo para sobrevivir sino para soñar también”. [1] Somos poesía, como bien dice Luis Eduardo Aute, que viene a ser la écfrasis de cualquier epifanía, ello incluye al silencio, porque las palabras no se las lleva el viento… muy al contrario, permanecen por el mero hecho del permiso que el silencio las otorga para que vivan. Es por ello, que la poesía es la resulta de una perfecta combinación, que se puede materializar.

“Así como del fondo de la música/ brota una nota/ que mientras vibra crece y se/ adelgaza/ hasta que en otra música enmudece, / brota del fondo del silencio/ otro silencio, aguda torre, espada, / y sube y crece y nos suspende/ y mientras sube caen/ recuerdos, esperanzas, / las pequeñas mentiras y las grandes, / y queremos gritar y en la garganta/ se desvanece el grito:/ desembocamos al silencio/ en donde los silencios enmudecen”. (El silencio. Octavio Paz). Aquí, añadimos, esa parte de la vida vivida, que no se cuenta (sino a través del silencio) que son los recuerdos y las esperanzas. El silencio, viene a convertirse en el hilo conductor de la existencia, en una suerte de gracia que lo hace a la vez misterioso, inquietante, necesario, enigmático… es decir resulta ser el protagonista de prácticamente todo.

Y así, habiendo dado estos pequeños pasos (pero de gigante) llegamos a la obra de Antonio Navarro en su última exposición La textura del silencio.

Trabajador incansable, atrevido y como no osado y valiente (no podría ser de otra manera) se arroja, se precipita, se abalanza ante (bajo, contra, por …) el silencio. Llegados a este punto, diré que hay pocas cosas más complejas para ser tratadas que el silencio, y es precisamente por eso, que dado lo abstruso, intrincado y difícil de su materialización (sea en el soporte que sea), es fundamental para mi destacar su exquisita elegancia en el trato que utiliza para cada vez, acercarse más a él, al silencio.

Nuestro artista, posee una extrema sensibilidad que le permite muchas licencias, ella le da infinitas opciones para acercarse a él, acortando distancias y así mantener en una entente emocional unas piezas llenas de vida que respiran silencio, que emanan silencio, que evocan silencio; y lo hace a través de la reflexión, de la poesía, de la mística, incluso de la indolencia. Esta, le lleva a trabajar con la fusión del silencio y la fugacidad, dos elementos etéreos que en sus obras caminan de la mano. Entre el grabado al carborundo y la gráfica expandida podría enmarcarse este trabajo. Cada pieza es ella misma, con sus silencios, con sus propios poemas y sus sueños, con sus finitos e infinitos, con sus todos y sus nadas… solo se oye el ruido de las miradas, que las encadenan a la realidad, para llevarnos a la dicotomía de la permanencia o la fugacidad.

Su referente es eminentemente anímico, inmaterial, basado en el espíritu de un anacoreta; por eso no existe la representación figurativa en su trabajo ya que para Navarro, el silencio carece de forma alguna, es la abstracción la singular protagonista. Sin embargo, no se doblega ante su extraordinaria fuerza, es su interior el que aparece representado en sus piezas, sus paisajes íntimos, sus deseos soñados, sus emociones más profundas, tanto es así que se adentra en él, se deja poseer y ambos se adueñan el uno del otro en un perfecto acoplamiento místico y poético.

Las piezas penden sacralizadas, se dejan divinizar en un afán de asumir lo eminentemente inmaterial, lo que trasciende los abismos, lo que está más allá de la vida y de la muerte.

“Silencio antes de nacer, / silencio después de la muerte: / la vida no es más que/ ruido/ entre dos silencios insondables”. Isabel Allende  

Pilar Escanero de Miguel

Profesora Universidad Miguel Hernández   


[1] Aute. Diario Siglo XXI, 18 abril 2009

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